miércoles, 6 de agosto de 2014

Bitácora de Vuelo: astronomía para niños y no tan niños.



El sábado 02 de agosto, luego de unos minutos de espera, dimos inicio al taller de astronomía para niños y no tan niños, el cual se llevó a cabo en la sala audiovisual de la Biblioteca Pública Central, ubicada en el Centro Cultural Jaime Sabines, de esta ciudad. Asistieron un total de siete niños, los cuales me confesaron después, no tenían grandes expectativas con relación al taller. Luego de presentarnos, dimos inicio con la presentación del programa de nombre stellarium, el cual es un software ideado para ser un planetario.



Les hablé de las vastas posibilidades del programa, como el de ver constelaciones, su trazo en el espacio, y sus figuras, las cuales pertenecen a deidades mitológicas, mostrando las más conocidas, que son las griegas y romanas, aunque se comentó también que otras culturas se dieron a la tarea de nombrar a las estrellas, astros brillantes, tanto, que era prácticamente imposible no voltear a verlas.



Se habló del por qué no siempre se veían las estrellas, y se comentó sobre la atmósfera, la contaminación lumínica y, sobre todo, la imposibilidad de ver las estrellas durante el día, cuando el sol ya estaba en pleno cielo. De ahí se habló del por qué del azul del cielo diurno, y de las nubes. ¿Cómo se formaban las nubes? ¿Por qué lo caprichosa de sus formas? Luego de comentar cada uno lo que sabían sobre ellas, les propuse hacer un experimento para tener su propia nube, a través de aire comprimido y vapor de alcohol. El experimento entusiasmo a los chicos, quienes ni tardo ni perezosos se dieron a la tarea de crear su propia nube.


Una vez hecho eso, hablamos de cómo el hombre, luego de observar por tantos siglos el cielo, se vio en la necesidad de emprender el viaje hacia el espacio, pero como los pasos no eran agigantados, se comenzó con el hecho de la sustentación, el emprender el vuelo sostenido, y se aprovechó para hablar de una de las leyes de Newton, correspondiente a la "acción" y la "reacción". Se realizó otra actividad para experimentar el resolver un vuelo en dirección recta, con una velocidad constante, la cual resolvieron no sin antes experimentar lo que ya otros habían ensayado: la prueba y el error, hasta resolver la serie de pasos que debía empelar para lograr volar un avión de papel que, en este caso, tenía la forma de un transbordador espacial.







Durante las explicaciones y las historias alrededor de las anécdotas de quienes intentaron volar al espacio no solo de manera real, sino también en la imaginación, salieron a flote los nombres de Julio Verne, entre otros, quienes a través de la literatura lograron hacer posible que la imaginación diera rienda suelta a la pasión por los cielos.


Para cada experimento, se hacía una lista de los pasos que se seguían para hacer los ejercicios y anotar detalles que luego servirían de notas de consulta, por si se presentaban fallas en el seguimiento de los mismos.


Luego de experimentar con la manera de volar a una velocidad  sostenida, se comentó la velocidad que se necesitaría para escapar de la gravedad de la Tierra, de la velocidad con la que esta giraba sobre su propio eje y alrededor del sol, y que a su vez nuestro sistema solar giraba en uno de los brazos de nuestra galaxia.  

Con botes de plástico pequeños, mezclamos los carburantes caseros que hicieron volar más de tres metros los pequeños cohetes. Cada uno de ellos experimentó el preparar el combustible y se sorprendieron de la velocidad y altura que estos alcanzaban: el dióxido de carbono haciendo uan presión considerable hasta impulsar al pequeño cohete hacia arriba. De nuevo hablamos de la acción reacción y Newton. Hablamos de la famosa manzana y de la caída constante de los astros en el cielo.

Escuchamos el sonido de todos los planetas del sistema solar, además de un púlsar, un agujero negro y el universo en sí, lo que dejó bastante impresionados a los chicos, queines no se imaginaron que esos sonidos fueran producidos por la luna, plutón o el Sol, siendo en sonido más llamativo, el de la Tierra, que suena a una combinación de sapos, pajarillos, insectos y hasta el viento, sonidos estos con los que ellos lograron asociarlos.


Hablamos de las frecuencias de luz, a qué velocidad se movía en el espacio, y que esta no era la única en alcanzar esa velocidad, que también las ondas de radio recorrían el espacio a igual velocidad, y que al acercarse a un objeto celeste, este se llegaba a curvar, y para ejemplificarlo, realizamos una pequeña demostración con canicas y un objeto pesado al centro, explicando como el espacio se "deformaba". 


El tiempo se fue agotando, inevitable, y tuvimos que avanzar con la elaboración de un afiche para colgar en el techo o ventana o algún otro lugar donde se pudiera elevar, para observarlo cual si fuera un objeto flotando en el espacio. El planeta elegido fue Saturno, el cual se elaboró con materiales reciclados, más una esfera de unisel y paciencia.
  

Además de lo anteriormente relatado, se habló de los elementos que componen un telescopio refractor, de los pequeños trucos para volverse un observador del cielo, y se les regaló los elementos para armar su propio planisferio celeste, cortesía de una universidad de El Salvador, que los tiene a descarga en la web. 



Los chicos se fueron contentos y he tenido noticia de que siguen realizando los experimentos vistos en el taller, y que han decidido pedir un telescopio para aplicar lo que ahora ellos ya conocen, lo que de alguna manera motiva a este detective, claro está, por mejores futuros, y sobre todo, más ciencia y menos tecnócratas. 

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