miércoles, 28 de noviembre de 2012

Un punto azul pálido

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Por: El Detective Cósmico

Hoy abro esta breve serie sobre el planeta Tierra con un texto del señor Carl Sagan, quien se inspiró en la foto que ven arriba de este texto, “un punto azul pálido”... la Tierra, para escribir el prólogo de un libro memorable sobre el Cosmos.

La Tierra vista por la sonda espacial Voyager 1, el 14 de febrero de 1990, cuando en su viaje hacía los confines de nuestro sistema solar, giró para tomar esta foto, a una distancia aproximada de seis mil millones de kilómetros... les dejo este texto... por mejores cielos...

Mira ese punto. Eso es aquí. Eso es nuestro hogar. Eso somos nosotros. Ahí ha vivido todo aquel de quien hayas oído hablar alguna vez, todos los seres humanos que han existido. La suma de todas nuestras alegrías y sufrimientos, miles de religiones seguras de sí mismas, ideologías y doctrinas económicas, cada cazador y recolector, cada héroe y cada cobarde, cada creador y destructor de civilizaciones, cada rey y cada campesino, cada joven pareja enamorada, cada niño esperanzado, cada madre y cada padre, cada inventor y explorador, cada maestro moral, cada político corrupto, cada “superestrella”, cada “líder supremo”, cada santo y cada pecador en la historia de nuestra especie vivió ahí – en una mota de polvo suspendida en un rayo de sol. La Tierra es un muy pequeño escenario en una vasta arena cósmica. Piensa en los ríos de sangre vertida por todos esos generales y emperadores, para que, en gloria y triunfo, pudieran convertirse en amos momentáneos de una fracción de un punto. Piensa en las interminables crueldades cometidas por los habitantes de un lugar del punto sobre los apenas distinguibles habitantes de alguna otra parte del punto. Cuán frecuentes sus malentendidos, cuán ávidos están de matarse los unos a los otros, cómo de fervientes son sus odios. Nuestros posicionamientos, nuestra imaginada auto-importancia, la ilusión de que ocupamos una posición privilegiada en el Universo ... Todo eso es desafiado por este punto de luz pálida. Nuestro planeta es un solitario grano de polvo en la gran penumbra cósmica que todo lo envuelve. En nuestra oscuridad -en toda esta vastedad-, no hay ni un indicio de que vaya a llegar ayuda desde algún otro lugar para salvarnos de nosotros mismos. Dependemos sólo de nosotros mismos. La Tierra es el único mundo conocido hasta ahora que alberga vida. No hay ningún otro lugar, al menos en el futuro próximo, al cual nuestra especie pudiera migrar. Visitar, sí. Colonizar, aún no. Nos guste o no, en este momento la Tierra es donde tenemos que quedarnos. Se ha dicho que la astronomía es una experiencia de humildad, y yo añadiría que formadora del carácter. En mi opinión, no hay quizá mejor demostración de la locura de la soberbia humana que esta distante imagen de nuestro minúsculo mundo. Para mí, subraya nuestra responsabilidad de tratarnos los unos a los otros más amable y compasivamente, y de preservar y querer ese punto azul pálido, el único hogar que jamás hemos conocido. 


 Carl Sagan

martes, 20 de noviembre de 2012

Planetas, planetotas y planetitas



Por: El Detective Cósmico

Luego de dejar el Cinturón de Asteroides, a la espera de que la sonda Dawn arribe a Ceres, en febrero de 2015, y mientras ese día llega (si libramos el fin del mundo), terminamos de repasar los planetas restantes de nuestro Sistema Solar.

Júpiter, llamado planeta gigante, fue vista por Galileo a principios del siglo XVI, descubriendo en ella cuatro satélites. Hoy se sabe que cuentan con más de sesenta “lunas”, y se encuentra a la nada despreciable distancia de 5.2 UA, kilómetros más, kilómetros menos. Es, después de la Luna y Venus, el astro más brillante del cielo debido precisamente a eso, a su gran tamaño, un planeta tan masivo que de no ser el Sol el centro de nuestro Sistema Solar, Júpiter ocuparía su lugar. En casa del arqueólogo Juan Yadeum hay un enorme cuadro de un disco similar a la conocida faz de Júpiter. ¿Qué significa? Les puedo adelantar que los mayas si prestaron una atención esmerada a este gigante, contrario a lo sostenido por otros arqueólogos, quienes afirman fue mínimo el interés de nuestros antepasados por Júpiter.

Si en los planetas terrestres, una persona de 100 kilos pesaba menos, en Júpiter pesaría 253 kilitos. Otra particularidad es su rápida rotación, a diferencia de la Tierra que tarda 24 horas, en Júpiter dura un poco menos de 10 horas. Desde 1973 ha sido visitada por diferentes sondas espaciales, logrando imágenes alucinantes, como está de alta resolución, de la Gran Mancha Roja de Júpiter, tomada por la sonda Voyager 1 en 1979:


Si un planeta representa el espacio exterior, ese es Saturno. Es una imagen literalmente de otro mundo, con siete anillos compuestos de rocas y hielo atrapados en su campo gravitatorio, del tamaño de un cargador de teléfono, hasta el tamaño de un automóvil, y aun cuando la extensión de los anillos es de miles de kilómetros, su espesor es solo de unas cuantas decenas de metros. En pocas palabras, es hermoso, aunque a Galileo no le pareció tanto cuando la vio, debido a lo limitado de su telescopio. Muy al contrario, vio una especie de orejas o asas, que luego supuso eran  planetas al lado de Saturno, pero cuando la inclinación del planeta cambió, imaginó que era verdad el mito aquel de que el dios había devorado a sus hijos, según la mitología griega.

En este planeta pesos 107 kilos, aunque estaría casi en el peso terrestre, la verdad es que ya estaría bastante lejos de casa: 9.5 UA, contando además con 200 satélites observados aunque solo 61 de ellos con órbitas seguras. Oir girar a los anillos de Saturno es otro rollo. En entradas futuras haremos un paseo por los sonidos del cosmos.


Urano, descubierto por William Herschel, mencionado en la entrada anterior cuando se buscaban mundos perdidos,  ensanchaba la frontera desde el Sol hasta su órbita, a una distancia de 19.6 UA. Su distancia es tan lejana que tarda 84 años en completar su órbita.  Descubierto en 1781, en el año de 2032 estará completando apenas su tercera vuelta alrededor del Sol. Tiene cinco lunas distinguibles, y una decena más descubiertas en épocas recientes. En este planeta bajamos un poco de peso, ya que acá un peso de 100 kilos sería solo de 90. 5 kilos.

Aun cuando se dice que Galileo ya había visto el planeta en 1611, la verdad resulta poco sólida dicha afirmación, fue hasta el 23 de septiembre de 1846 cuando fue hallado, y no precisamente a través de un telescopio, sino primeramente en una mesa, con lápiz, papel y matemáticas. Observando las irregularidades orbitales de Urano, sirvieron para hallar a puro cálculo numérico, el planeta mencionado. Más de 140 años después, la sonda Voyager 2 “pasó” a 5000 kilómetros de Neptuno, redescubriendo su presencia.

Orbita a una distancia de 30.1 UA y tarda 165 años en dar una vuelta al Sol. Cuenta con 13 satélites, y si viajas a ese planeta y logras mantenerte en pie (tiene vientos con una velocidad de 2000 kilómetros por  hora), pesarías 113 kilos..

Plutón es un caso especial, porque ha sido desbancado al grado de planetoide, lo que viene a dar al traste con lindas rolas donde se le menciona, y más cuando fue nombrado Planeta X, debido a las supuestas interferencias gravitatorias sobre Urano y Neptuno, haciendo posible la hipótesis de un planeta más orbitando nuestro Sistema Solar. Hoy se sabe que Plutón es más pequeño que la Luna, que tiene un acompañante llamado Caronte, y que es parte del Cinturón de Kuiper, lo que vendría a ser, hasta ahora, la frontera de nuestro Sistema Solar.

¿Nos falta un planeta? Sí, el planeta Tierra. Una edición especial, sin duda.

Por mejores cielos, me despido de vos.

martes, 13 de noviembre de 2012

Mundos perdidos

Cinturón de asteroides

Por: El Detective Cósmico

Es la noche del 17 de octubre de 1776, en el interior del teatro de Witttenberg, en Alemania, Johann Daniel Titius ensaya un patrón numérico mientras espera el inicio de la función. Asigna el cero a Mercurio, el tres a Venus, doblando las cantidades, siguiendo con el 6, 12, 24, 48 y 96, una cifra para los planetas entonces conocidos. A cada cifra le suma el número cuatro, luego lo divide entre 10, dando una distancia aproximada en unidad astronómica al planeta en cuestión, distancias conocidas en esa época. Sólo hay un problema: entre Marte y Júpiter no hay ningún planeta conocido. Emocionado por la secuencia descubierta, abandona el teatro segundos antes de la tercera llamada.
Para inicios de 1780 la secuencia es popular, suman cifras intentando adivinar más planetas. El 13 de marzo de 1781, en Hannover Alemania, William Herschel, con un telescopio construido por él mismo, descubre un nuevo planeta (al que luego se le llamará Urano), al doble de la distancia de Saturno (96), tal como la secuencia de Titius lo predijo. Eso basta para retomar con más seriedad dicha secuencia, volviendo los ojos al número 24 (24+4= 28/10= 2.8 UA).
La búsqueda dura años, el cielo parece infinito y encontrar el mundo ubicado a 2.8 UA parece imposible. El 21 de julio de 1787, en su estudio en Gotha, Alemania, Franz Xaver von Zach sabe que debe reunir fuerzas para hallar la aguja en el pajar. Convoca a 24 astrónomos de primera línea, dividiendo el área de búsqueda en 24 zonas, de 15° cada una, sumando un total de 360°. El asunto es serio. El grupo de astrónomos se hace llamar “Policía Celestial” (los detectives de Lilienthal).
La noche del 1° de enero de 1801, Giuseppe Piazzi (quien desconoce la existencia de los detectives) encuentra un cuerpo celeste, desde el observatorio de Palermo. Trata de ser cauteloso con lo que mira. Las noches siguientes confirma su hallazgo, aunque no adelanta el término de planeta, decide entonces llamarle “cometa”.  El objeto celeste es Ceres, la secuencia de Titius tiene otro acierto, pero Piazzi, en un desafortunado extravío del nuevo planeta, brinda una segunda oportunidad a la Policía Celestial.

Sonda espacial Dawn

La madrugada del 28 de marzo de 1802, Heinrich Olbers (uno de los detectives de Lilienthal) reencuentra a Ceres, luego de un año de extravío. Anuncia a sus colegas del asunto, precisando las coordenadas para su confirmación. Tres meses después. el 28 de marzo del mismo año, descubre el segundo cuerpo celeste: Palas. Cinco años después, el 29 de marzo de 1807, descubre Vesta, Cada cuerpo celeste a distancias similares, lo que multiplica el número de objetos en una órbita determinada por la secuencia de Titius. Los detectives deben pronuciarse de alguna manera, si bien no estan ciertos de que cada uno de los objetos descubiertos es un planeta, tampoco avalan que sean fragmentos de un enorme planeta en formación o destruido posteriormente por algún otro objeto celeste. Ya Herschel había puesto un nombre en la mesa: asteroides.
La mañana del 27 de septiembre de 2007, desde Cabo Cañaveral, despega un vehículo llevando en su interior la sonda Dawn, con destino al asteroide Vesta. El 17 de julio de 2011 Vesta atrapa suavemente en su órbita a la sonda espacial. Los datos enviados a la central de la NASA revela datos físicos, químicos e imágenes de una piedra de forma irregular, además de detalles cartográficos que en conjunto le llevan a la sonda más de cinco años de estadía en la órbita de Vesta. En agosto de 2012, la sonda Dawn se alejó de Vesta para dirigirse a Ceres, el otro asteroide que desveló a los más destacados astrónomos del viejo mundo, calculando su llegada en el mes de febrero del año 2015.
Hoy en día se tienen catalogados más de 4000 asteroides con un diámetro mayor a 40 kilómetros. Objetos menores a ese tamaño se llaman Meteoritos. ¿Y los cometas? Bien, la diferencia entre este y un asteroide, es que el primero tiene una cantidad importante de hielo, y el segundo es básicamente una piedra.
Han transcurrido más de doscientos años desde esa noche en el Teatro de Witttenberg, en Alemania, cuando Titius destapó el pomo de las esencias, al obrar la casualidad en bien de la astronomía. El quinto planeta visionado por Titius es el ahora conocido Cinturón de Asteroides, le siguen los planetas gaseosos, los cuales aparecerán en la siguiente entrega, luego de este viaje en el tiempo.

Por mejores cielos, me despido de vos.


miércoles, 7 de noviembre de 2012

La orbe celeste


Mayito, mi vecino y principal crítico, quien prefiere creer en lo que cree, y no en lo que ven sus ojos, me preguntó si ganaba dinero por mirar el cielo. Confesé que no, que era algo filantrópico. Hizo un gesto de tecnócrata consumado, luego me pidió ver a través del telescopio. Aflojó la montura y la barra estabilizadora del galileico, apuntó al vecindario y, luego de mover de acá para allá el telescopio, me dijo, algo decepcionado: “Oiga don… se ve todo de cabeza”. Le dije que en el espacio el horizonte no importa, porque el concepto de lo que está “derecho” o “de cabeza”, es relativo. ¿Dónde es arriba y dónde abajo, en el espacio exterior?, le pregunté. ¡A saber!, contestó, divertido.

Si estás de pie y estiras los brazos al nivel de tus hombros, puedes asignar el grado cero (0°) a donde apunta tu mano izquierda, grado noventa (90°) a donde apunta la coronilla de tu cabeza, y grado ciento ochenta (180°) a donde apunta tu mano derecha. La media entre 0° y 90°, es el grado cuarenta y cinco (45°), a esto hay que agregarle una dirección. Los planetas se encuentran transitando de Este a Oeste, con un poco de práctica, podrás ubicar y registrar el grado y la dirección aproximada de tus observaciones. Es un modo sencillo y a mí me funciona.
 El Sol es el centro de nuestro Sistema Solar (mas no de la Galaxia), en el cual se encuentran cuatro planetas interiores, un cinturón de asteroides, y cuatro planetas exteriores, que son más gaseosos que sólidos, y por último un planetoide, nueva categoría asignada a Plutón (con el esfuerzo que costó encontrarlo, hace más de ochenta años, y luego del descubrimiento de lunas orbitando a su alrededor…). En esta entrada hablaremos de los planetas interiores.

Si recordamos que la distancia media entre el Sol y la Tierra corresponde a 0.1 Unidad Astronómica (150,000,000 km), Mercurio se encuentra a 0.387 UA (57,894,376 km) del Sol; desde la Tierra se ve muy cercano al Sol, y por lo mismo solo puede observarse al anochecer o al amanecer. Si tuvieras la posibilidad de pararte sobre su superficie, notarías que su gravedad es menos fuerte. Si pesas 100 kilos en la Tierra, en Mercurio pesarías ¡40 kilos! La primera imagen nítida de este planeta se obtuvo en 1974, a través de la nave Mariner 10, revelando una superficie llena de cráteres parecidos a la Luna. A comparación de otros planetas, Mercurio apenas se ha comenzado a estudiar más a fondo.

Venus, el segundo planeta interior, se encuentra a 0.72 UA (108,208,930 km) del Sol; a simple vista tiene un brillo espectacular, y tiene casi el mismo tamaño y masa de la Tierra. Los pueblos mesoamericanos le dedicaron un calendario que abarcaba 260 días, el tiempo que tarda en dar una vuelta al Sol, y también el número de días que dura la gestación de un ser humano en el universo materno. Su brillo se debe a las densas nubes que la cubren, compuestas de ácido sulfúrico. ¿Te imaginas una lluvia venusina? Si lograras guarecerte de ella, tendrías otro pequeño inconveniente: la temperatura del planeta, que ronda los 480° C., mucho más caliente que Mercurio, de 350° C.. 

De niño, Ray Bradbury se acostaba en el patio de su casa viendo al cielo. Imaginaba a los humanos recorriendo 1.52 UA (227,936,640 km) hasta el planeta Marte, para invadirlo y civilizarlo. Mucho de lo imaginado por Bradbury ha empezado a suceder. Se habla de terraformación, sondas espaciales se han posado sobre la superficie marciana y los rusos han simulado estar 500 días en un entorno similar al planeta rojo.

El tamaño de Marte es de casi la mitad de la Tierra o Venus. Con un telescopio se ve como un disco naranja que cambia de coloración, y así como Bradbury, en el siglo XVIII, otros más vieron canales y túneles subterráneos, lo que les llevó a pensar en la existencia de “marcianos”; lo demás fue cuestión de mercadotecnia. Con la llegada de las sondas espaciales, se han obtenido imágenes de paisajes desérticos, depresiones parecidas a lechos de río secos. Los países poderosos están ideando cómo habitarla. La incógnita es: ¿si llegaran a lograrlo, en cuanto tiempo la destruirían? 

Un humano de 100 kilos, pesará 38 en Marte. Yo, que peso más de cien, no me emociono si allá peso menos, porque terminaría con problemas óseos, cartílagos casi, por lo que prefiero la Tierra… el agua… ¿Planeta Tierra? ¿Planeta Agua? De eso les contaré luego, aún falta conocer más de nuestro Sistema Solar.

¡Por mejores cielos, me despido de vos!