lunes, 29 de octubre de 2012

Polvo de estrellas (¿de qué está hecho el Universo?)



Recuerdo la tarde cuando vi la película Star Wars (Guerra de las galaxias), en el Real Cinema. El cine a reventar, el olor a palomitas recién hechas, a tortas de pollo en escabeche y el refresco de rigor, además de la emoción por ver una batalla “intergalactica”, donde la energía de la materia: La Fuerza y su Lado Oscuro, permitiría a los Caballeros Jedi manipular a su antojo el macro y el microcosmos. Luego de ese día, de vez en vez miraba al cielo y recreaba en mi memoria las escenas de naves a “hiper” velocidad y el satélite llamado Estrella de la Muerte... en aquella galaxia lejana, tan lejana...
La ficción fue caminando al paso de los descubrimientos científicos. En 1948 el físico George Gamow planteó que el Universo se había creado a partir de una gran explosión (Big Bang), provocando que la materia se calentara a millones de millones de grados térmicos, y que la radiación generada por la explosión bien podría ser detectada, y así fue. En 1965 dos ingenieros de radio, por accidente, detectaron la radiación de fondo del Universo, lo que les valió el premio Nobel.
A finales del siglo XX y comienzos del XXI, se idearon dos satélites artificiales; el COBE, que elaboró un mapa muy preciso de la radiación de fondo del Universo; y el WMAP, que mejoró en precisión y calidad el mapa anterior en cuanto a resolución, revelando datos que ratificaron la existencia de esa gran explosión teorizada en los años cuarenta. Pero, ¿qué explotó?: Una materia muy densa, mejor conocida como fluctuación primordial (o cuántica). La gran explosión causó que esa materia caliente se expandiera en todas direcciones, hasta enfriarse, formando núcleos atómicos de Hidrógeno y Helio; el resto de las demás sustancias se fueron formando en los núcleos de las estrellas. Es decir, la materia de la que estamos hechos todos nosotros (y casi todo lo que tocamos) fue cocinado en el centro de las estrellas.
¿Somos polvo de estrellas? Sí, pero injusto sería dejar fuera a los fotones y a la fuerza gravitatoria, que hicieron su parte conforme el universo se expandía y se enfriaba. Estos núcleos alcanzaron a su vez enormes temperaturas, colapsando y estabilizándose y vuelto a colapsar, hasta surgir las supernovas, las cuales, al estallar, arrojaron elementos más pesados que el Helio, convirtiéndose en Polvo Interestelar, que después sería captado por otra estrella en formación.
Se piensa esto fue lo que sucedió con nuestra estrella, y se considera a nuestro Sol de segunda y hasta tercera generación, dentro de nuestra galaxia. Y ese Polvo Interestelar también está presente en planetas como la Tierra, elementos que han servido para iniciar el proceso de vida en nuestro mundo. Estamos hechos de elementos cocinados en el centro de las estrellas hace miles de millones de años: Estamos hechos de Universo.
Acá se preguntarán, ¿y qué relación tiene este choro mareador con La Fuerza, y el Lado Oscuro? Bien, en el Universo existe materia oscura, literalmente hablando, y los astrofísicos suponen se trata de un tipo de partícula elemental que impregna el universo, una sustancia invisible que vendría siendo una fuente de gravedad adicional que mantiene unidos a los cúmulos de galaxias. Si el mundo sigue en expansión, ¿qué materia ocupa ese espacio existente entre galaxias y demás cuerpos celestes?
El “aglutinante” o materia que se piensa mantiene un equilibrio en el Universo la han definido como Brana. Nuestro mundo se rige por cuatro dimensiones, tres espaciales y una temporal. La materia y la energía sólo puede transmitirse a través de éstas, excepto la gravedad, que se supone está presente en todos los Universos paralelos al nuestro, de ahí la teoría de que cada Brana es un Universo alterno al nuestro. La materia de una Brana puede alterar el espaciotiempo de otra paralela. ¿Locochona la teoría? ¿Serán las Branas la causante de esa materia oscura que no se ve, pero está ahí, haciendo valer su tanto gravitacional? Las Branas podrían estar separadas unas de otras por millonésimas de milímetro. Gracias a este hecho se intentaría explicar porqué la gravedad parece menos fuerte de lo que en realidad es.
Supongo que en alguna Brana existirá un Detective Cósmico, quien escribirá este texto y publicará en un sitio web paralelo a este, donde alguien semejante a vos... o a vos, leerá el escrito. O bien borrará la información por considerarla una teoría muy jalada de los pelos, y decidirá entonces escribir sobre el Sistema Solar.

¡Por mejores cielos ( ...que La Fuerza te acompañe... ), me despido de vos!

jueves, 25 de octubre de 2012

Buscando un cometa


El  inicio de octubre tuvo cielos nublados que no dejaron disfrutar las fases lunares y las constelaciones. Pero, respetando el orden de entregas y compromisos, les contaré algo sobre cometas. Estos objetos son conocidos desde el 2200 a.C., registrados por astrónomos chinos quienes, dicho sea de paso, eran unos valientes, porque si un cometa (o eclipse) se hacía presente sin que alguno de ellos lo predijera, era ejecutado de inmediato.
¿Y qué es un cometa? Es un pequeño cuerpo celeste de hielo y polvo que orbita alrededor del Sol; cuando pasa lo bastante cerca de nuestra estrella como para calentarse, forma una cola de polvo y gas que se extiende en el espacio.
Les cuento dos historias:
En su casa a orillas del lago Hamana, en Japón, Ikaoru Ikeya despertaba de madrugada para vestirse y subir al techo a ver el cielo. Desde muy chico soñó tener un cometa que llevara su nombre. En el día trabajaba en una fábrica de pianos, ahorrando dinero para comprar un cristal y así construir su telescopio... ¡Y lo construyó! Luego de documentarse sobre astronomía, se dio a la tarea, noche a noche, de probar su telescopio. En una bitácora registró cada sesión astronómica, hasta completar 16 meses en 1963.
Una de esas frías noches, observó una mota difusa en el cielo. Revisó su mapa para no confundirla con una nebulosa; no halló ninguna. Volvió a mirar, descubriendo que se desplazaba hasta una estrella vecina. ¿Era su cometa? ¿Alguien más lo estaría viendo, además de él? Al día siguiente fue a la oficina de telégrafos y mando un mensaje al Observatorio Astronómico de Tokio: Hoy observé cometa tres grados suroeste estrella Pi constelación Hydra punto Magnitud doce punto Kaoru Ikeya diez y nueve años. La noticia se dio luego en todo el país, cumpliendo el sueño de Ikaoru. El cometa se llama oficialmente: Cometa Ikeya 1963a.


En México, Enoc Fuentes y María Luisa Aguilar, una pareja de maestros jubilados, transformó un autobús escolar en desuso en su casa rodante. Con la ayuda de unos telescopios y un sueño anhelado, iniciaron un viaje a los sitios más apartados de Baja California, para enseñar gratuitamente un poco de astronomía en las escuelas públicas del país. Cumpliendo con la máxima de “lo que das, te lo das; lo que no das, te lo quitas”, fueron compartiendo en cada poblado, las imágenes de planetas y galaxias, despertando el asombro de algo que siglos atrás era parte de nuestra cultura: la raza cósmica.
Cabe aclarar que no los patrocinó ninguna televisora ni marca de cheves o chescos, mucho menos dispusieron del magro presupuesto que los gobiernos designan a la investigación y divulgación científica. Se patrocinaron ellos mismos con su pensión de jubilados. Afortunadamente este esfuerzo no pasó desapercibido para Ivonne Fuentes Mendoza, quien realizó un documental que le está dando la vuelta al mundo, y que, visto en proporciones astronómicas, es una distancia menor comparada con las recorridas por la mirada de cada niño, joven y adulto en cada poblado donde se detuvo este cometa viajero. Por supuesto, este cometa dejó una estela (http://esteladecometa.blogspot.mx), que puedes visitar y conocer más del proyecto y a sus protagonistas.
Dos lindas historias (qué panadero habla mal de su pan, dijera mi madre), pero vale la pena aclarar, regresando al tema de los cometas, que estos no son visibles tan frecuentemente. Lo que si es posible observar, son los fragmentos de hielo y polvo que se desprendieron de algún cometa. Tal es el caso de uno de los más famosos, el Halley (en honor a su descubridor Edmund Halley), que este 20 y 21 de octubre serán visibles. Se les llama Oriónidas porque dan la apariencia de provenir de la constelación de Orión. Cerca de 25 objetos por hora, a 67 km/s. Generalmente presentan tonalidad verde y amarilla. Pueden ser partículas muy grandes que tardan mucho en caer y desintegrarse.
En la próxima entrega te hablaré de una frase que bandea entre la poesía y la ciencia... ciencia poética... poesía científica... pronunciada por Carl Sagan: Somos polvo de estrellas. En pocas palabras, una frase tan verdadera como la vida misma.

¡Por mejores cielos, me despido de vos!

Contigo en la distancia

Lindo título que este Detective se permite, amparado en la “licencia poética”, cortesía de los editores de la Agencia Cultural de Chiapas. ¿Y qué es la distancia? Puede ser una mirada, un pañuelo alejándose en un muelle, una carta llena de metáforas, una Unidad Astronómica o un Año Luz.
Mi compadre Harrison reclama que aún no se ponen de acuerdo “los que saben”, en decidir si la luz es una onda o una partícula. ¿Recuerdan a Mazinger Zeta, cuando disparaba su Rayo de Fotones? Bueno, pues esos fotones son partículas o “paquetes” de luz, aunque también se sabe que la luz es una radiación electromagnética con longitud de onda; todo un lío cuántico... Pero hay que darle forma a esta cuarta entrega.
Ya sabemos distinguir el brillo de un planeta y el de una estrella común. Ya sabemos qué significa “planeta”, y la reflexión sería porqué esos cuerpos tienen los nombres que tienen. Los romanos bautizaron a los planetas “descubiertos” en su tiempo, con los nombres de Mercurio: el de vuelo rápido, mensajero de los dioses; Venus: diosa del amor; Marte: dios de la guerra; Júpiter: padre de hombres y de dioses, equiparable al dios griego Zeus; y Saturno: dios de la agricultura y la cosecha; además del Sol: deus sol invictus: el invencible dios Sol... Helios en el mundo griego; y la Luna: diosa romana, Selene en el mundo griego.


Los siete nombres anteriores fueron los que a su vez originaron el nombre de los días de la semana: Lunes (Luna); Martes (Marte); Miércoles (Mercurio); Jueves (Júpiter); Viernes (Venus); Saturno (Sábado) y Domingo (Sol... en español, Domingo viene de Diem dominicum o día del señor en latín. En otros idiomas el Domingo está dedicado al Sol... en inglés Sunday, día del Sol).
Esta nominación es la occidental, y por añadidura, la más conocida, pero también existen otros nombres en diferentes culturas del planeta, como lo son la Azteca, Egipcia, Esquimal, Coreana, Lakota, Maori, Navajo, Escandinava, Polinesia, Sami y Tupí-Guaraní, por mencionar algunas.
Los planetas restantes se descubrieron muchos siglos después, y aunque se intentó modificar los nombres, se optó por continuar la nominación antigua. Así se descubrió Urano: divinidad griega del cielo; Neptuno: dios romano del mar; y Plutón: dios del inframundo. Los planetas se dividen de dos tipos: planetas interiores o rocosos (Mercurio, Venus, Tierra y Marte) y exteriores (Júpiter, Saturno, Urano, Neptuno y Plutón).
Volviendo al asunto de las distancias, estas se calculan de la siguiente forma. Si nos referimos a nuestro Sistema Solar, se mide por Unidades Astronómicas (UA). Una UA mide 150 millones de kilómetros: la distancia media que hay entre la Tierra y el Sol. Júpiter, por ejemplo, está a 5.2 UA del Sol, ¿cuánto es en kilómetros?
Para calcular la distancia de cuerpos celestes fuera del sistema solar, se utiliza el término de Año Luz (AL). Un AL es la distancia que recorre la luz en un año. Se sabe que la luz viaja a la increíble velocidad de 300 mil kilómetros por segundo. ¿Cuántos kilómetros recorre en un año? 9.460.730.000.000 km (aún sigo buscando la pronunciación correcta). En 1785, William Herschel descubrió la Nebulosa del Cono, que se encuentra a 2,700 años luz de distancia de la Tierra. ¿Te animas a realizar el cálculo?
Agudos especialistas reflexionan en lo siguiente: si el Universo está en expansión constante, las distancias calculadas se modifican a cada instante. Claro, la duración de la vida humana promedio es de ochenta años, y esa cantidad es ridícula comparada con las cifras antes mencionadas. Como ejemplo tenemos a la Luna, que se aleja cada año de la Tierra un par de centímetros. Llegará el día en que ya no esté más, se irá, y con ella los eclipses, las mareas, las películas de hombres lobo y las noches románticas (no hay de qué preocuparse, cuando eso suceda, no quedarán humanos en la Tierra para lamentarlo).
Cuando te pregunten ¿Cuánto me quieres, cachichurris? Bien podrías contestar “una Unidad Astronómica”. Si estás cacheteando la banqueta, podrías decir “Un Año Luz”. Si de plano te quieres ver “cochi”, podrías responder “de acá hasta el centro de la Vía Láctea, y de regreso” (alrededor de medio trillón de kilómetros).
En la próxima entrega te contaré dos historias: la de Kaoru, y la de Enoc y María Luisa, estos dos últimos recorrieron buena parte de la república mexicana en un camión, enseñando astronomía. Su proyecto lleva el nombre de El Viaje del Cometa.

¡Por mejores cielos, me despido de vos!

¿Cómo distinguir el brillo de una estrella y de un planeta?




En una reciente charla en la Facultad de Humanidades (UNACH), conversé con un grupo de estudiantes de ciencias de la comunicación. Dos de ellos me preguntaron sobre un libro para “aprender a escribir”. Difícil petición, pero de sencilla respuesta: a escribir se aprende escribiendo. ¿Salida fácil la de este Detective? No lo creo, pero si hago una analogía de la pregunta anterior, diría que no hay mejor manera de aprender a observar el cielo que… ¡observando! 
¿Cómo distinguir una estrella de un planeta? La aseveración es simple: los planetas y sus satélites no emiten luz propia, reflejan la luz de las estrellas cercanas; el resto de los cuerpos celestes si emiten luz propia. Seguro has notado que muchas estrellas titilan o “parpadean”, esto se debe a la distorsión de la luz, provocada por la atmósfera terrestre.
Siglos atrás, los hombres observaron y registraron el movimiento aparente de algunos cuerpos celestes, el cual variaba día a día, al contrario de las constelaciones, quienes parecían estar fijas, invariables entre sí. Debido al movimiento aparente de estos cuerpos, los griegos les denominaron Planetas, que significa errantes o vagabundos.
En Mesoamérica los mayas utilizaron, entre otras herramientas, varas que entrecruzaban para tener un horizonte fijo, una cuadrícula rudimentaria de gran eficacia para sus observaciones, lo que les permitió crear tres cuentas del tiempo o calendarios, que hoy se conocen como: el tzolkin (260 días); el civil haab (365 días); y el de cuenta larga, que registra la fecha cuando el mundo fue creado: 11 de agosto del 3114 a.C. 
De botana informativa, les cuento que el dato más antiguo en este sistema de cuenta larga, se encuentra en la estela 2, encontrada en Chiapa de Corzo, con el numeral 7.16.3.2.13, que refiere la fecha 10 de diciembre del año 36 a. C. (si ingresas al Stellarium las fechas mencionadas, podrás ver la posición de los cuerpos celestes en ese entonces).
De pilón, les cuento también sobre una pieza metálica referente al registro de la bóveda celeste, fue hallada en un pueblo de Sajonia, en Alemania. Le llaman Disco de Nebra, y le calculan una antigüedad aproximada de 3,600 años. Ahí aparece representada la Luna en su fase llena y en cuarto creciente, además de estrellas y las Pléyades.
¿Y cuál es la estrella más próxima al planeta Tierra? La respuesta es muy sencilla: el Sol, con una distancia aproximada de 150 millones de kilómetros, y aunque no podemos verla de manera directa, sentimos su calor (rayos infrarrojos) y sufrimos quemaduras en la piel (rayos ultravioleta) por exposición prolongada. Si creías que las estrellas sólo podían verse de noche, no es cierto, tenemos una estrella más cerca de lo que te imaginas. 
Una amiga me dijo: “El Sol no cuenta como estrella, porque es Sol, no estrella, ¿okey?”. Pero, ¿y cuál es la diferencia? ¡Ninguna! Solo que nosotros, con esa manía de nombrar las cosas, la signamos con ese nombre (pudo ser peor, por ejemplo: Juan).
El otro cuerpo cercano es la Luna, con una distancia de 385 mil kilómetros, aproximadamente. A simple vista, la Luna literalmente flota en el espacio. Y aun cuando la Luna llena resulta espectacular, también lo es si se encuentra en alguna de sus fases, porque permite observar en contraste su accidentada superficie. 
Si no has visto la Luna “de cerca”, no sabes lo que te pierdes. Me dirás: “Lo he visto en la tele… en fotos…” Pero la experiencia de verla en tiempo real es otra cosa, aunque la última encuesta Montañowsky arrojó un dato duro: 90% de los encuestados no ve a la Luna ni a las estrellas (también dijeron no haber visto a través de un binocular o telescopio). 
¿Tú eres parte de esta estadística? No te pierdas la oportunidad de ver la Luna de octubre, a partir del día 17. La verás “crecer” noche a noche, rumbo al Sur. Podrás mirar también a Marte y Mercurio. Yo me prepararé desde la tarde, y a las siete de la noche comenzaré mi observación. Si coincidimos en la periferia de Chiapa de Corzo, entonces podrás ver a través de los binoculares o el telescopio de este Detective... ¡gratis!
En la próxima entrega te hablaré de los planetas, el origen de sus nombres, características, las distancias con relación a nuestra casa llamada Tierra, además de las distancias a otras galaxias, estrellas, nebulosas, cuasares, cúmulos, y demás objetos brillantes en la bóveda celeste. 

¡Por mejores cielos, me despido de vos!

¿CÓMO PUEDO ENCONTRAR UN BUEN LUGAR PARA INICIAR MIS OBSERVACIONES DEL CIELO?



Hola, luego de haber hecho una breve introducción a la Astronomía, me quedó una pregunta por responder, y era la de encontrar un lugar adecuado para realizar nuestras primeras observaciones astronómicas. Los tres puntos fundamentales son los siguientes: 1. Cielo oscuro, 2. Cielo oscuro y, 3. ¡Que el cielo este muy, muy oscuro!
La contaminación lumínica es el peor enemigo de un observador del cielo. La cercanía de luces artificiales opaca el delicado brillo de las nebulosas, cúmulos e incluso el ardiente brillo de las densas nubes de estrellas que forman el arco de la Vía Láctea. Por esta razón, los mejores sitios para ver el cielo son lugares apartados, lejos de las luces de pueblos y ciudades.
Ahora bien, afortunadamente para la astronomía, aunque desafortunada para la Comisión Federal de Electricidad, existen lugares en la periferia de las ciudades donde se intenta ahorrar en el consumo de energía eléctrica (debido a su alto costo), haciendo posible contar con paisajes más oscuros en el cielo nocturno y así apreciar mejor planetas, cúmulos y nebulosas.
La altura también ayuda, y es la principal razón por la que la mayoría de los observatorios están situados en cumbres de montañas. Las turbulencias en la atmósfera de la Tierra disminuyen la calidad de imagen, especialmente para observaciones detalladas con telescopios, por lo que subir tan alto como sea posible ayuda a conseguir imágenes más claras y estables de los objetos astronómicos.
Para fines prácticos, la altura que nosotros necesitamos no es relevante en este proceso, porque lo que debemos aprender primero es a observar el cielo, aprehenderlo, apoyado en un mapa estelar, el cual podemos encontrar de manera gratuita en internet. En lo particular, les recomiendo descargar el programa Stellarium (http://www.stellarium.org/es/), un planetario virtual de software libre, que puedes instalar en MAC, WINDOWS Y LINUX. Pero lo mejor, es que ahora los diseñadores de dicho planetario han puesto a descarga una versión portable para usarse directamente desde un dispositivo de almacenamiento (Universal Serial Bus, alias USB) sin necesidad de instalarlo en tu computadora.
En general, siempre es posible encontrar un sitio de observación en una colina suficientemente alejada de la ciudad para eliminar la mayoría de los efectos contaminantes de las luces urbanas, pero con un acceso razonablemente fácil, de tal forma que no se tarde mucho en llegar allí si una noche nublada se vuelve transparente de improviso. La Sociedad Astronómica de Chiapas (SOACH) organiza eventos de observación, para lo cual puedes solicitar información o consultar dudas sobre este tema. Si no te es posible, desde tu patio, el techo de tu casa o lo que mejor gustes, puede servir parea iniciar tus observaciones.
Por último, y esto es importante, se puede hacer astronomía sin necesidad de telescopios, porque repito, lo que ahora necesitamos es ubicar las constelaciones más habituales, y luego ir localizando los planetas, buscando con esto “entrenar la mirada”. Aunque te estés quemando de las ganas por un telescopio, resiste, si necesitas incrementar tu poder de visión, entonces consigue unos binoculares.

Los aumentos en un binocular se identifican por el número de veces que pueden acercar un objeto y por el diámetro de los objetivos por donde entra la luz. Por ejemplo, un binocular 10x50 posee 10x (diez por) de ampliación. El tener 10 aumentos quiere decir que podemos observar un objeto (sea terrestre o astronómico) como si este se encontrara a una distancia 10 veces menor. Así, si observamos a la Luna (con una distancia media de 384.000 Km.) con 10x, aparecerá ante nosotros como si la estuviésemos observando a 38.400 Km. El número siguiente se refiere al diámetro. 50 milímetros. Esto funciona así, a mayor diámetro, mayor cantidad de luz la que ingresa por el objetivo; a mayor cantidad de luz, mayor el número de objetos que podremos observar en el cielo.

¿Y qué voy a observar? ¿Cómo distinguir el brillo de un planeta y el de una estrella? En la próxima entrega te contaré la manera en la cual, siglos atrás, descubrieron ese misterio.

¡Por mejores cielos, me despido de vos!

miércoles, 10 de octubre de 2012

Introducción a la Astronomía

CRATER DÉDALO

Por: El Detective Cósmico

La astronomía comprende el estudio científico de todo lo que no está en la Tierra. Dicho así, parece muy vago, pero proporciona una idea de lo amplio de esta disciplina. Incluso algunos incluyen el estudio de la Tierra como un planeta, en comparación con otros cuerpos similares.
Por lo tanto, la Astronomía trata de estrellas, planetas, cometas, asteroides, nebulosas, cúmulos estelares, galaxias, y demás elementos que existen en el cosmos.
Se suele confundir con la Astrología, que es una creencia en que algunos cuerpos celestes, según su posición en el cielo vista desde la Tierra, influyen en las personas, en sus actos, e incluso en los animales o las cosas. Y aunque esta confusión existió hace muchos siglos, desde el nacimiento de la ciencia moderna su separación es total: los astrónomos estudian el Universo para conocerlo y poder explicarlo, mientras que los astrólogos solo usan tablas de posiciones, para relacionarlas con el carácter de las personas o las cosas, siguiendo recetas antiguas, proveniente de una época en la que se consideraba a la Tierra el centro del Universo.
Para ver de una forma sencilla qué estudia la astronomía, nos podemos preguntar qué cosas vemos en el cielo que estén (a nuestro modo de ver) relacionadas con el tema. Por ejemplo, ¿qué cosas astronómicas vemos de día? Así, el Sol, la Luna, el lucero del alba y el lucero vespertino -que suelen ser Venus-, serán respuestas correctas. En cierto modo, las sombras son también fenómenos astronómicos, pues las provoca la luz del Sol. De igual modo, el color azul del cielo tiene que ver con el Sol, incluyendo al arco iris, y otros fenómenos atmosféricos formados por la luz solar.
¿Y de noche? Tenemos la Luna, los planetas, las estrellas, algunos conocerán quizá cometas, nebulosas, cúmulos o galaxias. También se ven satélites artificiales. Las estrellas fugaces, aunque se producen en nuestra atmósfera, a unos 200 Km. de altura, también tienen que ver con la astronomía, pues se trata de material extraterrestre que cae sobre la Tierra (al igual que los bólidos y los meteoritos).
Pero a simple vista podemos reducir nuestro campo a varios tipos de objetos: El Sol, la Luna, los planetas, y las estrellas.
El Sol sólo se ve de día, de hecho es él quien marca la diferencia entre día y noche. A la Luna la vemos cambiando, a veces de día a veces de noche. Los planetas son cuerpos brillantes en el cielo, y en general Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno son más brillantes que las estrellas. (Pero también tenemos Neptuno, Urano o Plutón, que sólo se ven usando telescopio).
Frente a las estrellas, los planetas -además de ser más brillantes- no parpadean. Seguro habrás visto en el cielo cómo las estrellas titilan: su brillo no es uniforme. Esto se debe a la atmósfera terrestre, que desvía los rayos de luz que nos llegan de las estrellas. Este efecto es menos drástico cuando le ocurre a la luz proveniente de los planetas. Así que podemos distinguir un planeta de una estrella brillante si nos fijamos en cuál no parpadea. La razón de esto es que los planetas, aunque están muy lejos de nosotros, se ven como pequeños discos, y son muchos los rayos de su luz los que nos llegan al ojo. Aunque unos cuantos se desvíen, los demás no, por lo que el brillo aparentemente no cambia. Las estrellas, sin embargo, están tan lejos que son sólo un punto luminoso. Ese rayo que nos llega de ellas, si se desvía, no alcanza nuestro ojo, y no vemos su luz momentáneamente. Cuando la noche es poco clara, o muy turbulenta (con capas atmosféricas de diversa temperatura, como suele suceder en el verano) las estrellas parpadean más acusadamente. 
¿Cómo puedo encontrar un buen lugar para iniciar mis observaciones del cielo? Esa pregunta te la responderé en el siguiente artículo.
¡Por mejores cielos, me despido de vos!