El inicio de octubre tuvo cielos nublados que no dejaron disfrutar las
fases lunares y las constelaciones. Pero, respetando el orden de
entregas y compromisos, les contaré algo sobre cometas. Estos
objetos son conocidos desde el 2200 a.C., registrados por astrónomos
chinos quienes, dicho sea de paso, eran unos valientes, porque si un
cometa (o eclipse) se hacía presente sin que alguno de ellos lo
predijera, era ejecutado de inmediato.
¿Y
qué es un cometa? Es un pequeño cuerpo celeste de hielo y polvo que
orbita alrededor del Sol; cuando pasa lo bastante cerca de nuestra
estrella como para calentarse, forma una cola de polvo y gas que se
extiende en el espacio.
Les
cuento dos historias:
En
su casa a orillas del lago Hamana, en Japón, Ikaoru Ikeya despertaba
de madrugada para vestirse y subir al techo a ver el cielo. Desde muy
chico soñó tener un cometa que llevara su nombre. En el día
trabajaba en una fábrica de pianos, ahorrando dinero para comprar un
cristal y así construir su telescopio... ¡Y lo construyó! Luego de
documentarse sobre astronomía, se dio a la tarea, noche a noche, de
probar su telescopio. En una bitácora registró cada sesión
astronómica, hasta completar 16 meses en 1963.
Una
de esas frías noches, observó una mota difusa en el cielo. Revisó
su mapa para no confundirla con una nebulosa; no halló ninguna.
Volvió a mirar, descubriendo que se desplazaba hasta una estrella
vecina. ¿Era su cometa? ¿Alguien más lo estaría viendo, además
de él? Al día siguiente fue a la oficina de telégrafos y mando un
mensaje al Observatorio Astronómico de Tokio: Hoy
observé cometa tres grados suroeste estrella Pi constelación Hydra
punto Magnitud doce punto Kaoru Ikeya diez y nueve años.
La noticia se dio luego en todo el país, cumpliendo el sueño de
Ikaoru. El cometa se llama oficialmente: Cometa
Ikeya 1963a.
En
México, Enoc Fuentes y María Luisa Aguilar, una pareja de maestros
jubilados, transformó un autobús escolar en desuso en su casa
rodante. Con la ayuda de unos telescopios y un sueño anhelado,
iniciaron un viaje a los sitios más apartados de Baja California,
para enseñar gratuitamente un poco de astronomía en las escuelas
públicas del país. Cumpliendo con la máxima de “lo que das, te
lo das; lo que no das, te lo quitas”, fueron compartiendo en cada
poblado, las imágenes de planetas y galaxias, despertando el asombro
de algo que siglos atrás era parte de nuestra cultura: la raza
cósmica.
Cabe
aclarar que no los patrocinó ninguna televisora ni marca de cheves o
chescos, mucho menos dispusieron del magro presupuesto que los
gobiernos designan a la investigación y divulgación científica. Se
patrocinaron ellos mismos con su pensión de jubilados.
Afortunadamente este esfuerzo no pasó desapercibido para Ivonne
Fuentes Mendoza, quien realizó un documental que le está dando la
vuelta al mundo, y que, visto en proporciones astronómicas, es una
distancia menor comparada con las recorridas por la mirada de cada
niño, joven y adulto en cada poblado donde se detuvo este cometa
viajero. Por supuesto, este cometa dejó una estela
(http://esteladecometa.blogspot.mx),
que puedes visitar y conocer más del proyecto y a sus protagonistas.
Dos
lindas historias (qué
panadero habla mal de su pan, dijera mi madre),
pero vale la pena aclarar, regresando al tema de los cometas, que
estos no son visibles tan frecuentemente. Lo que si es posible
observar, son los fragmentos de hielo y polvo que se desprendieron
de algún cometa. Tal es el caso de uno de los más famosos, el
Halley (en
honor a su descubridor Edmund Halley),
que este 20 y 21 de octubre serán visibles. Se les llama Oriónidas
porque dan la apariencia de provenir de la constelación de Orión.
Cerca de 25 objetos por hora, a 67 km/s. Generalmente presentan
tonalidad verde y amarilla. Pueden ser partículas muy grandes que
tardan mucho en caer y desintegrarse.
En
la próxima entrega te hablaré de una frase que bandea entre la
poesía y la ciencia... ciencia poética... poesía científica...
pronunciada por Carl Sagan: Somos
polvo de estrellas.
En pocas palabras, una frase tan verdadera como la vida misma.
¡Por
mejores cielos, me despido de vos!
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